Hoy quiero volver a hablaros de aquel misterioso, viejo y polvoriento álbum de fotos que encontré en la librería de casa a de mis abuelos. Aquel del que os hablé en mi primera entrada y me empujó a escribir. Quiero hablaros un poco de fotografía y de cómo todos los avances que han trascurrido en los últimos años, no han hecho más que quitarle valor y significado.
Primero, os daré mi propia definición de la fotografía para que entendáis y os vayáis haciendo una idea de lo que pretendo trasmitiros. La fotografía para mí es la inmortalización de un momento; la posibilidad de congelar un instante y conservarlo intacto en tu memoria. El mejor recuerdo de un día o de una persona. Y sí es así, ¿Cómo es posible que algo que te permite recordar olores, que trasmite sensaciones, sea hoy algo tan normal y corriente que se reduzca, para muchos, a la cámara de nuestro teléfono móvil?
Antes tan solo había una fotografía de un instante, lo que la hacía única y especial. No tenías varias copias de la misma foto almacenadas en el ordenador. Tan solo existía una, y si la perdías, perdías la posibilidad de viajar al pasado.
Antaño no podías ver las fotos nada más hacerlas. Tenias que llevarlas a revelar y esperar unos días a que estuvieran listas. Puede que fuera un proceso largo y aburrido, pero sé por experiencia, que la ilusión de ver al cabo de un tiempo todas las fotos juntas y de volver a sumergirte en cada una de ellas, era algo increíble.
Las fotografías se recopilaban en álbumes, perfectamente ordenadas por años y fechas, mientras que ahora se reducen, en el mejor de los casos, a nuestra galería en el móvil y a imágenes con poca tinta impresas en folios. Además, por aquel entonces, regalar una fotografía en un marco de plata, era un regalo. Ahora, nadie se plantea la posibilidad de obsequiar con algo tan simple.
Antes las fotografías se conservaban en lugares íntimos, privados (una estantería en el salón, el interior de un monedero, sobre una mesilla de noche) y ahora a través de las redes sociales, están por todos lados.
En su momento se apreciaban las fotos tal y como eran porque te mostraban la realidad. Ahora el photoshop y la cámara son una misma identidad.
Me estoy dando cuenta que estoy siendo demasiado crítica con el nuevo «concepto» de fotografía. Es verdad que antes era un bien mucho más preciado, pero porque también era algo mucho más inusual. Los móviles y las cámaras digitales nos habrán quitado parte de los sentimientos, pero también nos han dado la posibilidad de poder conservar cualquier momento. Puedes hacer tuyo cualquier instante y conservarlo para siempre. Puede que yo esté más a favor de lo que significaba la fotografía en el pasado, pero no por ello debo ser injusta y afirmar que las nuevas tecnologías han afectado negativamente a la fotografía. Gracias a ellas puedes diseñar fundas de móvil, decorar tazas, camisetas…
Supongo que lo que me da pena es que algo que te permite recordar olores y te trasmite sensaciones haya perdido ese toque de magia tan especial.